Nuestro propósito común
Apéndice A: Términos clave
Para orientar las labores de la Comisión, optamos por aceptar las definiciones siguientes de estos términos clave:
Democracia
En el siglo XXI, democracia se refiere a un sistema político en el que los responsables de tomar decisiones en los niveles ejecutivos más altos y en el poder legislativo son elegidos por la mayoría o la pluralidad de los ciudadanos que pueden votar, con la presunción de que el derecho de voto se aproxime al sufragio universal entre los adultos que sean ciudadanos legítimos y que además se cuente con mecanismos que protejan a las minorías. Esta definición se refiere a la democracia representativa y no a la directa, lo que refleja que todas las sociedades democráticas que existen son representativas. Si bien en este informe utilizamos tanto democracia constitucional como democracia, reconocemos que son sinónimos de otros términos de uso común en Estados Unidos, como «república» y «república democrática». En las tradiciones del pensamiento político estadounidense, todos estos términos aluden a formas de gobierno representativo basado en los derechos en las que: 1) los dirigentes gubernamentales elegidos se ven limitados por el constitucionalismo, el estado de derecho, la separación de poderes, la libre expresión del pueblo, y la protección jurídica y afirmación moral de los derechos de cada persona; y 2) no es fácil privar de sus derechos a los grupos y partidos que no forman parte de las mayorías electorales ni pueden sufrir la pérdida de los derechos de asociación, expresión y protección legal a instancias de los dirigentes escogidos electoralmente.
Ciudadanía
En un sentido amplio, ciudadanía puede tener dos acepciones. Una es el estatus formal dentro de un estado que posibilita la participación política, incluido votar. Presupone ciertas obligaciones de compromiso o participación en las actividades del estado. A lo largo de la historia de Estados Unidos, el estatus formal de ciudadano se ha vinculado a veces a la pertenencia a determinadas ciudades, a veces a estados y a veces a la nación en sí; las diferentes categorías de pertenencia formal no siempre han coincidido. La segunda acepción de ciudadanía, más amplia, constituye una noción ética de ser un contribuyente prosocial a una comunidad que se autogobierna. Esta noción es válida independientemente de si la persona cuenta o no con documentación legal. Se centra en la participación en la vida común, en la contribución al bien común y en el espíritu de obligación hacia intereses mayores que los propios. La expresión coloquial «un buen ciudadano» capta este significado. Las labores de la Comisión pretenden incluir la primera forma de concebir la ciudadanía y ampliarla a la segunda. Es un tema controvertido; no todos opinan que la categoría ética de la ciudadanía deba corresponderles a quienes no cuenten con la condición formal de ser ciudadanos. Sin embargo, en nuestro trabajo consideramos que el hecho de que cualquier persona puede contribuir de manera positiva a su comunidad es fundamental para la evolución de todas las instituciones formales de la ciudadanía. Protegemos el concepto del autogobierno de los ciudadanos libres e iguales cultivando los valores y las prácticas de autogobierno en todos los integrantes de una comunidad.
Participación y compromiso
Nos parece que la participación y el compromiso ciudadanos caben dentro de un espectro en el que se incluye desde lo social y lo cívico hasta lo político, en cualquier orden. Veamos primero las siguientes definiciones:
Participación social: Toda actividad impulsada principalmente por el deseo de trabajar o socializar con los miembros de un grupo de afinidad (ya sea definido por la geografía, la identidad, la fe, por ser socio del mismo club, por participar en un grupo de Facebook, etc.) o de una comunidad menos estructurada en el disfrute común de intereses compartidos (como un club de jardineros o lectores).
Compromiso cívico: Toda actividad que concierna o afecte no solo a los intereses o al trabajo de un grupo particular de fe o afinidad, sino a los de una comunidad más amplia (ya sea definida a nivel local, nacional o global). Veamos a manera de ejemplo, un club de jardineros que trabaja mediante asociaciones de la sociedad civil para acabar con lo que llaman los desiertos alimentarios, o un club de lectores que anima a sus integrantes a hacer trabajo voluntario para resolver el problema acerca del cual están leyendo, o un lugar de culto cuyos fieles colaboran para alimentar a personas sin hogar, o un grupo de Facebook que decide convencer a las cadenas de cines para que se vendan chocolates de comercio justo en sus instalaciones.
Participación política: Toda actividad o conjunto de actividades impulsadas por el deseo de influir en el gobierno, en la definición de normas oficiales y también en las elecciones. Entre estas actividades se incluye participar en una manifestación, unirse a un partido político, hacer trabajos voluntarios en una campaña política, postularse para un cargo, expresar su opinión en audiencias públicas u opinar acerca de una cuestión pública en las redes sociales. Entre ejemplos más concretos podríamos incluir al club de jardineros que presiona al ayuntamiento para que se adopten nuevas normas que promuevan los huertos comunitarios; al club de lectores que organiza a los vecinos para que apoyen la recaudación de un gravamen para beneficio de la biblioteca pública; un lugar de culto cuyos integrantes se vinculan con un grupo local para cambiar las ordenanzas de vivienda o las normas acerca de la prestación de servicios relacionados con el aborto; o un grupo de Facebook en el que se coordina la campaña de llamar y escribir a los legisladores con el fin de propugnar un resultado político específico.
En segundo lugar, aunque una persona que actúe sola puede asumir el compromiso cívico y político, todas las formas de compromiso tienen en última instancia un aspecto colectivo: para lograr el éxito se requiere que otros se unan a la actividad, o que uno mismo participe junto a otros. Hasta el voto de la ermitaña que va a las urnas sin hablar con nadie se cuenta junto con los de muchos otros votantes.
En tercer lugar, y este es un factor crucial, observamos que a menudo es difícil definir si una determinada acción colectiva es puramente social o si es cívica o si es política. El ejercicio democrático nunca es así de nítido. Es más, cualquier participante puede recorrer estos tipos de actividad en cualquier orden, pues en conjunto forman un continuo variado de experiencias, no una escalera. El mero hecho de participar en la vida social tampoco garantiza que el compromiso sea prosocial: la historia del Ku Klux Klan muestra el poder del asociacionismo desplegado hacia objetivos inaceptables. No obstante, este marco conceptual agudiza nuestro pensamiento para que podamos articular más claramente ante el público tanto nuestra teoría de la acción como nuestras recomendaciones.
Compromiso democrático: Se trata de un término amplio que abarca tanto las actividades asociadas con el compromiso cívico y la participación política como las actitudes y creencias que las personas expresan sobre los actores, las instituciones, las organizaciones y las normas activas en esas dos esferas.